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Los Caminos Virreinales y la Formación del Patrimonio
Turístico de México.
Durante los tres siglos del México Virreinal,
si hubo "actividad turística", aunque de naturaleza
muy especial. No hubo movimiento del turismo masivo, salvo el de
las peregrinasiones religiosas de la Virgen de Guadalupe y del Señor
de Chalma. También se registraba el "turismo de ferias"
como, por ejemplo, el atraído por las Ferias de San Juan
de los Lagos y la de San Marcos, que aún perduran. Pero la
aportación de las carreteras virreinales al turismo, no fue
precisamente el tránsito de viajeros, sino los medios que
aportaron para que fuera creada una parte muy importante del patrimonio
cultural del país. Fue así, que durante esa etapa
histórica fueron localizados e identificados gran parte de
los parajes que ahora se "venden" al turismo nacional
y extranjero. Para sólo mencionar algunos, baste citar las
playas de: Acapulco, Barra de Navidad, Veracruz y San Blas; los
lagos de Pátzcuaro, Chapala, Catemaco y Tequesquitengo; las
aguas termales de Ixtapan de la Sal y las de Tequisquiapan, los
volcanes nevados, la Barranca del Cobre y mil lugares más.
¿Y qué decir de las ciudades-mueseo como Taxco,
San Miguel de Allende, Zacatecas, Puebla, Guanajuato y Querétaro?
Todos los hombres y todos los materiales dedicados a edificar
tamaña grandeza, viajaron por los caminos virreinales.
Sí, fue durante el virreinato que se formó por
descubrimiento, por adopción o por creación, gran
parte del acervo humanístico del Turismo en México.
En todo ello hubo cuminicación y como la única comunicación
de entonces eran los caminos, a los caminos de ayer se deben en
gran parte, el placer de los atractivos que los caminos de hoy brindan
al turista.
Para fines de la época virreinal, ya existían
apriximadamente veinte posadas y treinta mesones importantes.
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